TRAMO 4: Oda a la naturaleza

Etapa 2 – Pueblos de altura
De Bagà a Ripoll. 128 km
En La Cerdanya recorremos pequeños pueblos de rústica arquitectura de montaña y probamos embutidos de alta calidad, antes de seguir hasta Castellar de N’Hug para ver las fuentes del río Llobregat.
La inspiración de Bécquer
Hoy salimos sin prisas en dirección a la comarca de La Cerdanya, con sus 17 municipios situados por encima de los mil metros de altitud. Paramos a desayunar en Bellver de Cerdanya, que antes de ser villa fue uno de los castillos en la línea de fortificaciones que controlaban el paso entre los condados de Conflent y Urgell. Pan recién hecho untado con mantequilla y mermelada casera nos dan alas para recorrer el centro medieval de la localidad —en una de sus casas Gustavo Adolfo Bécquer escribió la leyenda La Cruz del Diablo— y acercarnos a pie hasta la vecina iglesia de Santa María de Talló, uno de los puntos importantes del Camino de Santiago por tierras catalanas.
Vistas de La Cerdanya
La ruta pasa por Puigcerdà, localidad junto a un hermoso lago. Entre sus calles podemos seguir los pasos de una de las novelas de Carlos Ruiz Zafón. A escasos siete kilómetros de Puigcerdà, en un desvío de la ruta, está la opción de visitar la farmacia de Llívia, una de las más antiguas de Europa. Seguimos por carreteras locales que llegan a pueblos de toponimia corta y contundentes embutidos, como el bull blanco y negro y el pà de fetge. Tras pasar Urtx, Alp y Das, subimos hasta Meranges, un pueblo de perfecta arquitectura rústica de montaña y un precioso lago, el de Malniu. Desde los 1.590 metros de altitud del pueblo tenemos vistas de toda La Cerdanya.
Castellar de N’Hug
Por la tarde lo tenemos claro, toca caminar un poco. Nos acercamos hasta Castellar de N’Hug, uno de los Pueblos con Encanto y punto de llegada del Tren del Ciment. La localidad es conocida por su espectacular entorno natural, por su románico y por el desmesurado tamaño de sus cruasanes. También porque aquí nace el río que vertebra toda la provincia de Barcelona desde el Pirineo hasta el Mediterráneo: el Llobregat. El sendero hasta sus fuentes es corto y está muy humanizado con escaleras y pasamanos de madera. Al llegar al final vemos la espectacular cascada que brota directamente de varias grietas en la pared. Antes de que oscurezca, con un par de cruasanes de kilo bajo el brazo, llegamos a Ripoll donde pasamos la noche.










